"Desde que pude decidir la ropa que usaría, tomé una actitud en la cual la moda no tenía valor o cabida para mí.
Veía como las demás niñas de mi salón de clase o alrededores parecían todas vestirse igual: vestidos que las hacían ver super femeninas, minifaldas, ombligueras, peinados llamativos e incluso maquillajes populares del momento. Mientras tanto, desde mi propia burbuja, optaba por usar camisetas y jeans que mostraban lo rockera que creía que era y lo más importante, mi rechazo hacía la moda.
Pensaba y sentía que la moda era algo supremamente superficial, donde el único fin era aparentar belleza para los demás. También era para mí un gasto de tiempo innecesario, el salir a comprar de forma reiterada ropa bonita y en tendencia.
Yo no sabía que era la moda, jamás me detuve a pensar si lo que creía era realidad o no. Ahora sé que es la moda, veo todo lo que hay detrás de ella y porque es parte vital del día a día de todas y cada una de las personas.
Ahora me importa la moda porque hace parte de las industrias capitalistas más grandes y valoradas. Esta industria crea necesidades en las personas e impulsa las compras desmedidas.
La moda nos acompaña cada día.
Lo superficial es pensar que la moda es simplemente vestirnos a diario, pero desde una visión más profunda, es reconocer una imposición que tenemos desde el momento en que nacemos: Somos seres vestidos, la ropa que usamos es nuestra segunda piel.
La elección de nuestra segunda piel, puede incrementar la riqueza de empresas de moda rápida o apoyar a las marcas de moda lenta con trabajadores en condiciones idóneas de trabajo.
La moda me importa; ya no soy ajena a esta. La industrialización de la moda suple de manera equivocada, el derecho a vestir."
Memorias de Daniela López-Henao
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